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Boda tradicional de la costa de Dubrovnik

En tiempos, las bodas tradicionales de Dubrovnik era más que especiales.
Boda tradicional de la costa de Dubrovnik

Autor: Jakša Primorac
 
Los enlaces matrimoniales de jóvenes estaban llenos de elementos religiosos, mágicos y escénicos. En la vida de las comunidades marineras, la boda era el suceso más alegre e importante en la vida. Las últimas bodas celebradas según los antiguos ceremoniales se celebraron hace varias décadas pero en los pueblos de las montañas, aún hoy en día, se conservan muchos elementos de las bodas antiguas.
La ceremonia matrimonial constaba de varias partes. Primero se celebraba el “cortejo” formal, la petición de mano y el trato sobre la boda. El domingo, ocho días antes de la boda, temprano por la mañana, el novio llevaba a su casa un pendón ceremonial y disparando salvas, saludaba al pueblo. A continuación, se vestía elegantemente y llevaba una bota de madera llena de vino a visitar distintas casas en su pueblo y en los pueblos colindantes invitando a familiares y amigos a la boda. Así durante toda la semana hasta la boda. Todas las tardes, al ponerse el sol, retiraba el pendón, volvía a disparar salvas y metía el pendón en la casa.
Una tradición muy particular tenía lugar el jueves antes de la boda. Ese día se llevaba un baúl y ropa de la novia. Detrás del baúl caminaba la novia con varias jóvenes que portaban la ropa de la novia en cestas en la cabeza mientras dos jóvenes portaban el baúl. Tras el almuerzo, la novia se subía al baúl con un vaso de vino y derramaba un poco en las cuatro esquinas del baúl, tirando al acabar el vaso al suelo para romperlo. Era esta una particular bendición. La procesión con el baúl y la ropa de la novia era seguida por sus hermanas y primas que cantaban todo el camino mientras en la casa del novio las esperaban con salvas y ofrendas.
En la costa de Dubrovnik existía la tradición, común no solamente a toda la costa, sino especialmente también a las zonas montañosas de Croacia y de la vecina Bosnia y Herzegovina, de organizar la boda cuan ceremonial marcial y se elegían para tal fin unos oficiales de honor que formarían en paralelo como antiguas formaciones militares. Por motivos mágicos, el número de estos oficiales debía ser siempre impar y rondaba entre los tres y los nueve. Eran elegidos entre los familiares, los vecinos y los amigos atendiendo a rígidas normas. Durante la boda se dirigían entre sí con frases rimbombantes y se comportaban como un ejército. Cada uno tenía una tarea específica. Cabalgaban o desfilaban, sentándose a la mesa según una estricta distribución prevista. Debían cuidar de la novia y defender, simbólicamente, su honor. La costa de Dubrovnik era específica por el hecho de que tanto el novio como la novia tenían sus oficiales de honor mientras que en las demás regiones solamente los tenía el novio.
La boda en la costa se celebraba el domingo. Primero llegaban delante de la iglesia los oficiales del novio que esperaban a la novia en formación y disparando sus escopetas. Al llegar, la novia se inclinaba tres veces ante el pendón que se tomaba prestado de la iglesia y el portador del pendón del novio lo blandía varias veces, después de lo cual la novia volvía a inclinarse delante del pendón. La novia entraba sola en la iglesia. Entre la novia y el novio, el cabecilla de los oficiales, llamado oficial viejo, escenificaba el relato de la entrega de la novia, representada metafóricamente por una rara ave mística de alas doradas y acto seguido todos entraban en la iglesia para la celebración de la ceremonia religiosa.
Tras la boda religiosa los oficiales iban a la casa de la novia. Primero entraban los de la novia, poniendo un guardián delante de la puerta para posteriormente solicitar de los oficiales del novio un precio simbólico para acceder a la casa. De entre los oficiales del novio, antes de la llegada a la casa de la novia, se escogía a uno, por lo general el portador del pendón, que avanzaría hasta la casa para anunciar ceremonialmente la llegada de los oficiales del novio regalando una manzana al oficial principal de la novia. Los oficiales de la novia esperaban a los del novio con salvas de honor y el canto de unas jóvenes. Éstas eran denominadas cantoras y en sus cantares tradicionales describían ceremonialmente cada detalle de la boda, un papel similar al de los coros en los dramas de la Grecia clásica. Delante de la casa se escenificaba como el oficial principal del novio solicitaba la entrega de la novia, denominada metafóricamente como un ave huida, un pato o una paloma. Seguidamente intentaban entregar una falsa novia. Al entregar a la novia de verdad, el oficial la tomaba de la mano y se giraba a su alrededor tres veces siguiendo la dirección del sol, bromeando que la "mira para asegurarse que no era ni coja ni jorobada".
Durante el almuerzo y siguiendo el protocolo tradicional, se hacían numerosos brindis tradicionales en honor de los novios, para que la fortuna sonría su matrimonio, y de los oficiales, cantando luego canciones honrando a éstos, a los invitados y a los presentes, así como a antiguos héroes populares. Se representaban distintas escenas y bromas con invitados disfrazados. Al marcharse los oficiales de la novia, los padres bendecían de manera particular a los novios, recitando antiguas ofrendas ceremoniales. Acto seguido, el novio tomaba con su mano derecha el mango de un cuchillo colocado en la mesa y la novia posaba su mano derecha sobre la del novio. Los oficiales, durante las ofrendas, golpeaban trozos de pan sobre la cabeza de los novios, diciendo: "¡Amén, Dios!" Al acabar las ofrendas, los novios bebían de un mismo vaso un poco de vino. Seguidamente entregaban presentes a las cantoras y el novio y la novia hacían lo propio después con los oficiales.
Antes de que la novia marche a su nuevo hogar, los oficiales del novio no dejaban a la novia que se fuese de su casa ya que creían que no se acostumbraría a su nuevo hogar. La procesión se desplazaba siguiendo una ruta rígidamente acordada, ya sea a pie o a caballo. Cuando los oficiales cruzaban cualquier pueblo, todos los esperaban con bebidas y comida. Los oficiales devolvían las bebidas entregándoles vino, manzanas y dulces. En la puerta de la casa del novio, a la novia la esperaba su suegra que poniéndole una cucharilla con miel en los labios recitaba: "¡Qué todas tus amargura sean dulzuras!" La novia, siguiendo los deseos patriarcales de descendencia masculina, debía besar, girarse tres veces y reglar un pequeño niño. La cena en casa del novio se celebraba igual que el almuerzo en casa de la novia. Tras una bendición especial de los padres del novio, los recién casados se iban a acostar, en medio de bromas y chistes. Por la mañana la novia debía barrer la entrada para mostrar que era una buena ama de casa. Las ceremonias terminaban un domingo después, cuando los recién casados visitaban a los padres de la novia.

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