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Trufas del Jardín del Edén

Una verdadera sensación gastronómica en Pelješac
Trufas del Jardín del Edén

Encontrar una trufa en la península de Pelješac ―en el pequeño pueblo de Bilopolje, situado encima de Orebić― constituye un verdadero hito para los aficionados a las setas. Marija Jurković, propietaria del restaurante rural Panorama, recoge cada año cuatro kilos de deliciosa trufa negra que cocina como ingrediente de la pasta y el carpaccio de rape que han convertido este establecimiento en uno de los imprescindibles de la zona.
Aunque en Croacia la trufa, seta bulbosa de aroma intenso, está asociada sobre todo a la región de Istria ―donde se encuentran las mejores trufas blancas de toda Europa― los comensales de Panorama siguen con interés la historia de las trufas de Pelješac, que la señora Marija encuentra en los alrededores de su casa.
Hasta que fundó su propio restaurante rural, donde ejerce de alma de la cocina, esta habitante de Pelješac nacida en Herzegovina meridional, aficionada a las hierbas y conocedora de los secretos de la naturaleza, regalaba las trufas que encontraba a sus amigos y familiares. "Nunca he vendido ni un gramo de trufas, ni me apetece. Quiero que mis huéspedes y amigos disfruten de ellas. Les extraña poder comer trufas en restaurante rural y se quedan asombrados cuando les digo que hace años que las recojo alrededor de mi casa. Hace tiempo que encuentro trufas, pero sólo hace dos años confirmé que eran trufas negras invernales, gracias al Dr. Roman Božac, el mejor micólogo de toda Croacia. Le envié unas cuantas trufas que había recogido para que las analizase y, cuando descubrió que se trataba de Tuber Brumale, se puso muy contento, porque confirmó su teoría de que las trufas crecen en toda Croacia", explica.
En el mercado, la trufa negra puede alcanzar un precio de hasta 600 euros/kg, mientras que las trufas blancas se pagan hasta a 2.000 euros/kg. La trufa más grande encontrada por Marija Jurković en Pelješac pesaba unos 30 decagramos; mientras la arrancaba, le parecía que el corazón le iba a explotar de emoción.
"Desde siempre me han atraído las plantas y las hierbas medicinales y, al final, la Naturaleza me ha recompensado. Encuentro las trufas por intuición: presiento el lugar donde pueden estar y rasco con una pala que siempre llevo conmigo. Si se trata de una trufa pequeña, no la arranco, sino que dejo que crezca. Como voy descalza, siento las trufas bajo mis pies; las encuentro en sitios tan distintos que no tienen nada que ver con las ideas extendidas sobre los bosques en otoño, los arbustos, etc. Crecen unos 15 cm por debajo de la superficie de la tierra, y, cuando se acerca la época del calor, parecen querer salir hacia el sol", explica Marija Jurković, una amante de la Naturaleza de 55 años de edad que hace tiempo que no se preocupa de los incrédulos que se burlan del "descubrimiento" de trufas en Pelješac.

"La trufa es un regalo de Dios que crece como un huevo, sin hojas ni raíces. Nunca he escondido que en esta región hay trufas y que sé donde están. Las trufas no son mías, están en el Jardín del Edén, que se encuentra a disposición de todos", afirma. Y añade: "Mis investigaciones sobre las hierbas son una pasión como la de los cazadores por la caza o la de los submarinistas por el mar. Las trufas que encuentro son un regalo de la Naturaleza, que me ha premiado por el amor y el respeto que siento hacia ella".
 

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Knez1